jueves, 11 de septiembre de 2008

Damaris Calderón y los amores del mal




Damaris Calderón
Los amores del mal
México, El Billar de Lucrecia,
2006



Damaris Calderón (La Habana, 1967) es mi amiga desde hace veinte años. Allá por los finales de los ochenta, el cielo de la isla nos vio avanzar, de este a oeste y viceversa, desafiando al ojo del vecino y al del funcionario, cuestionando todo orden preestablecido, enredadas en amores tan jóvenes y tormentosos como nosotras mismas. Con el terror del equilibrista, su primer poemario, ganador del Premio al Joven Poeta en 1987, la insertó de un puñetazo, rotundo, en los anales de la lírica cubana. A él le siguieron, entre otros, con múltiples reediciones y premios, Duras aguas del trópico, Guijarros, Sílabas. Ecce Homo y Parloteo de sombras.
A mediados de los terribles noventa, como buena parte de esa generación a la que pertenecimos, emigró al sur del continente. Aquella que Rubén Darío considerara la más soberbia ciudad de América Latina, Santiago de Chile, la de las grandes alamedas, la ha visto pasar las de Caín y seguir transformando en esa literatura enorme y personalísima los dolores, las angustias, las dudas y las alegrías.
Hace un par de años El Billar de Lucrecia publicó en México Los amores del mal. De ese cuaderno excelente selecciono estos poemas que hoy comparto con ustedes. Homenaje a Safo y Alceo, a Baudelaire, a las culturas clásicas, al tiempo, que no a todo lo reduce al polvo y al olvido aunque pretenda, Los amores del mal canta a la fuerza de lo efímero y de lo eterno, a la lengua del Principio que nulifica al verbo, a los pechos de la amada, a las playas de Lesbos donde las muchachas dan migajas a las gaviotas y “sus cuerpos enlazados/ conmueven más que todos los crepúsculos”, y a los amores idos, que algún día le serán indiferentes “como las noticias sobre el Oriente Medio”. Y a Roma y a Cartago y a la furia del Vesubio y también a la prisa deliciosa de un escarceo dentro de un baño público. Todo con el mismo lirismo desgarrado porque unos y los otros no son más que imágenes sucesivas de la posteridad.
“Es un solo poema dividido en fragmentos”, me ha dicho su autora en un email. Si me dejara llevar por el placer y el entusiasmo, tendría que transcribir el libro entero en estas páginas; un libro que leo y releo sin cesar como si fuera nuevo cada vez. Porque ésa es la magia de la Poesía, con mayúsculas, que no da espacio a la repetición mecánica, al cansancio ni al hartazgo. Fluye, honda y ligera al mismo tiempo, como el río de la Vida.



Antes que yo muchos dijeron estas cosas.
Después de mí
otros habrá que las dirán mejores.
Pero cuando tu lengua toca mi lengua
el verbo se hace nulo
se diluye
en esta saliva espesa.
Efímera y eterna eres la mujer del Principio.
Todo empieza de nuevo
y se hace necesario reescribir el Génesis.

***

Gozosas islas las tuyas, Bilitis,
donde Safo es la lengua común,
donde al decir de Alceo,
las muchachas de Lesbos,
compitiendo en hermosura van y vienen.
Toda la noche en vilo acecho esas imágenes
en espera de que algún día
me sea revelado el principio de la creación:
cuando las mujeres frotan sus vientres
y la madera estalla en haces luminosos
y un líquido espeso, agridulce,
hace caer borrachas a las gaviotas.

***

FIEBRE DE CABALLOS

Cuando te quedas,
Rita,
más desnuda que estas paredes
yo siento miedo
de ser mujer.
Tengo feroces dientes carniceros.
Comiérame tus ojos
tus rodillas.

Cuando veo un sauce que se agita
no me acuerdo de Safo,
pienso en mí.

***

¿Y quién dijo que lo que hacemos
―y escribimos―
en las paredes de un baño público
frotando nuestros cuerpos
como la lapicera contra el papel
es menos relevante
que un graffiti
pompeyano?

***

Henchido el corazón pienso en tu sexo.
Lo cognoscible
lo incongnoscible
lo he escuchado a través
de esa marea oscura.
He olvidado las lenguas de los hombres
tantas cosas inútiles.
Sólo a través de ti
intuí mi destino.
He sido eterna
como las hojas que devora el otoño.

***

Lo peor no es que las cosas sean finitas
lo peor es que las cosas sean.
Lo peor es saber
que tu cuerpo, tu pelo, aquella boca
serán definitivamente del olvido y el polvo
mucho más
de lo que alguna vez fueron míos.

***

LA HABANA, TINTE MEDITERRÁNEO AL FONDO

Comprábamos el goce
en una habitación
alquilada.
Colocábamos una frazada
que se quemó
―¿te acuerdas?―
sobre la lámpara sucia.
Demasiado mezquinas
las paredes
apenas soportaban
nuestros cuerpos jóvenes.
Tus piernas se encendían
como neón como astros.
Yo me inclinaba
lamía tu resplandor
esa pequeña
llama votiva.

***

Íbamos a ser eternas
las ancianas de Brueghel.
El fuego crepitaba en la habitación
en tus senos.
Yo pongo mis dos manos al fuego.
Todo cuerpo es perverso.
Digo la palabra pezón
y el pezón salta.
Extraigo un zumo amargo
un jugo huérfano.
Me derrumba el susurro lejano
de tu dedo índice.

***

No quiero
otro
aljibe
cántaro
jícara
vaso
donde beber
sino
tus piernas.

9 comentarios:

Jo Ruiz dijo...

Este es el último poema que se ha encontrado de Safo, y no hace mucho.


"DE SAFO A SUS DISCÍPULAS:




Muchachas, acoged a los espiritus de la música y la poesía,

acoged a las Musas con sus dones perfumados.

Tocad su lira, nítida y dulce.

En cuanto a mí, con este cuerpo agobiado de artrosis,

apenas puedo tocar, ni siquiera sostener el instrumento.

¿Podéis creer que mis blancos cabellos fueron negros antaño?

Oh, el alma también pesa como mi cuerpo.

Las rodillas crujen a cada movimiento.

¡Pensar que antes bailaba con la elegancia de una gacela!

Melancólicos poemas brotan de estos pensamientos.

Es inútil, muchachas: hemos nacido para morir

o lo que es peor, para perder la juventud.

Seguro que conocéis la leyenda de aquella diosa:

cómo la Aurora de dedos rosados, ciega de amor

por el joven y apuesto Titono, se lo llevó

cual botín a su más secreto escondite

olvidando que él, sin morir nunca, envejecería

mientras ella, desesperada, seguiría siendo
eternamente joven."

Anónimo dijo...

Qué gran poesía, Odette. Me gusta mucho Damaris Calderón. Díselo, por favor, que nunca está de más hacer saber estas cosas a los autores. Gracias y un abrazo fuerte.
Jorge

Anónimo dijo...

A Damaris la conocí en casa de Lina, junto a ella, entonces, otra gran poeta: María Elena Hernández. ¿De ella tienes poemas recientes? Me gustaría que le publicaras. Las dos, antes y ahora, están en lo mejor de la poesía cubana actual...
Abrazo desde el teocalli cholutense
Pepe Prats

Anónimo dijo...

Odette, qué lindo lo que escribiste de presentación, gracias, hermana, de verdad, muy lindo, me hizo recordar muchas cosas y sentir, otra vez, ese hilo conductor, ese nexo entre nos, desde cualquier pedacito del mundo.
besos
damaris

Anónimo dijo...

Muy bella la selección de Damaris. Besos.
Lauro

Anónimo dijo...

Muy buena página, una gotica de lluvia calida de Matanzas. Gracias Odette por esas palabras, por la selección. Gracias Damaris por esta tarde madrileña , tarde de domingo en que te leo.
Lamarga
http://codelamarga.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Odette:
Definitivamente, Damaris es una de las grandes poetisas cubanas. Lo que más me impacta siempre de sus poemas es el perfecto balance de brevedad y de intensidad: son golpeadores, como una maza de luz, y agridulces como la vida misma, que termina en polvo y en olvido, pero que puede dejar su estela de magia...
Gracias por regalarme estos momentos de tregua.
Abrazos,
Roberto Uría

Anónimo dijo...

Querida Odetta, yo tendría tal vez unos 18 años, y por una calle de La Habana, por donde pasaba, había un basurero, recuerdo que me fijé en él, y entre toda la porquería había un librito, viejo, tirado, basura; me metí en la cochinada aquella por sacarlo, me daba pena, como me sigue dando pena ver flores en la basura. Se llamaba La canción de Bilitis. Siempre me acompañó.
Te leo siempre, con mucho gusto. Hoy recordé las calles de La Habana, aquellos años insuperablemente felices.
A mí siempre me ha gustado ser amiga de Damaris Calderón. Siempre la he admirado mucho, como te admiro a ti. Tus palabras sobre ella parecen un pedazo de película que a una se le ha quedado en la memoria. Sus poemas son preciosos, me recordaron los poemas de Paul Celan en Cristal de aliento.
Te mando un besito y todo mi cariño.
Elena

Anónimo dijo...

Odette; es hoy cuando pude leer estos poemas de Damaris Calderón. Pero ya sabes, nunca es tarde. Me ha encantado leerla.
Gracias.
Lázaro.